Ensayos


Preámbulo



Incontables personas han manifestado: “Hijo, si te contara la historia de mi vida, tendrías para escribir varios libros”. Ilustres o anónimos, conocidos y reconocidos, personas de a pie o complejos pensadores, todos y cada uno reconocen que la historia que fueron escribiendo con cada día de vida en esta tierra, no cabe en un libro. Porque cada persona es un libro; que se entiende, que no se comprende, que conmueve o provoca, que ilusiona o estimula, que indica un camino a seguir o un error a evitar. Es la experiencia personal e intransferible, pero que se puede compartir para dejar un legado tan sagrado como el amor de un padre y una madre que le ha dado sentido a tu vida, porque estás con vida y tu vida es tan digna y significativa como la de tu prójimo. De allí la inquietud de “espiar” cómo lo hicieron otros, cómo sobrevivieron, para qué sobrevivieron, para qué están manifestando estas vivencias. Porque nada se pierde, porque el conocimiento es un derecho que nos es dado desde que nacemos y hasta el último suspiro, es compartir el estímulo y la ilusión de que el mundo es nuestro y lo hacemos cada día, aunque lleve tantos años, ésta bendita Tierra, dándonos la oportunidad de ser felices por el simple hecho de reconocernos vivos, con un sentido amplio y con el único límite que seamos capaces de establecernos a nosotros mismos. Recuperamos fuerzas cuando dormimos, recuperamos el ánimo cuando nos estimulamos con pequeños detalles, tenemos ganas de seguir haciendo porque en ocasiones miramos a los lados y vemos que no estamos solos, aunque seamos únicos. Por estas razones, como así también por las miles de millones que estoy omitiendo, este pequeño homenaje de grandes personas para grandes personas, simplemente porque el mundo es más pequeño de lo que parece, y es un placer poder dar a conocer este jardín llamado San Carlos de Bariloche, a la hermosa Tierra que aun tardamos en reconocer como Edén.
Gracias Gustavo Adolfo, porque después de utilizar infinitamente las incontables palabras que puedan describir al amor, me has dado la oportunidad de elegir manifestar todas tus sensaciones hacia una persona en concreto, hacia todas las personas en general y en diferentes modos y maneras.
Gracias Jorge Luis, porque más allá de tu inconmensurable hábito por la sapiencia ajena, demostrada tras tus actos en Shakespeare, Confucio o Cervantes, has compartido el legado de saber y entender que antes de ti había, y después de ti, también. El apasionamiento por lo que hacías te consumió hasta el último destello de iluminación visual, y así y todo te has reinventado, porque no hay mayor ciego que el que no quiere ver. Gracias por esta herencia, ramificada en mil y una noches mágicas, de hijos que no te reconocimos cuando tu actitud sólo pretendía colorear en tu verborragia lo que te representaba estar vivo.
Gracias Miguel, por disfrazarte de alguien que se peleaba con molinos. Has hecho histórico a un idioma, has hablado de lo que sigue ocurriendo.
Gracias Paulo por ser un bendito rival, tan sólo porque algún día se inventaron las fronteras, y con estas gracias se derriban; porque se necesitan personas como tú y el mundo entero lo corrobora y te presenta sus respetos y animación. Como cada ser humano en este mundo, no eres el mejor en lo que haces; eres el mejor porque lo haces y además, por si faltara algo, lo compartes. Todo lo demás es leyenda.
Gracias William por no saber de tu historia pero sí de lo que te apasionaba. Le has puesto un nombre universal a la mujer, y todo ser humano después de ti comenzó a nombrar a esa mujer literalmente a la mujer de su vida, a su amada, al sentido de sus días después de haberla conocido. La poesía universal existió antes de ti, pero le has dado un sentido más comprensible y por eso tu apellido es sinónimo de posteridad.
Indudablemente omitiré tantos imprescindibles, como Mario o Julio, Indira o Isabel y sus espíritus, Marcel y su inconmensurable búsqueda del tiempo perdido, el otro Julio que nos sumergió en la tierra, en el mar y nos permitió dar la vuelta al mundo en menos de tres meses. También se escaparán los libertadores, los conquistadores, los malos y los buenos, los reconocidos y los anónimos, los que llegaron a la cima y reconocieron que para estar allí necesitaron afirmarse sobre algo sólido, como también los que llegaron y pensaron que fue así porque lo quiso el destino, como también los que quisieron llegar y por las circunstancias eligieron y no llegaron.



















La fábrica de doble sentido









Abrió sus puertas, ya hace varias décadas, y no ha dejado de producir desde entonces. La fábrica de doble sentido, que obra bajo la idea de una sociedad de responsabilidad limitada, cuenta con la bondad de que la energía que utiliza para el desenvolvimiento, es una energía renovable. Pura y renovable.
Sus productos, líderes en el mercado de la dualidad, están hechos con materiales espléndidos, tanto de un lado, como del otro. El control de calidad al que están sometidos estos productos es exhaustivo; nada queda librado al azar, sino que cada uno es examinado, en sectores diferentes, desde una óptica, y desde la otra.
Entre sus clientes, el mayor número de ellos se encuentra en el segmento adolescente-juvenil, quienes consumen ávidamente los productos y se jactan de presumir por llevar la última tendencia. Llama la atención que el segundo colectivo, las personas casadas menores de cincuenta años, son el segmento que además de consumir, generan nuevos modelos a la fábrica, por la necesidad real de mantenerse a la vanguardia de la fabricación. Aunque fuera de las instalaciones donde se producen los nuevos modelos, existe una real batalla entre quienes sugieren los nuevos modelos a confeccionar.
Los infantes y las personas de avanzada edad están en el sector minoritario, pues su consumo se limita prácticamente a una de las dos facetas de cada producto que sale de la fábrica. De todos modos, existe un departamento evolutivo, cuya función es analizar las demandas de los más pequeños como futuros consumidores.
A nivel corporativo, la fábrica de doble sentido se encuentra en constante litigio con otras de producción similar. Su lucha constante la libra principalmente con otras dos empresas; una que produce hierbas y otra que produce libros. De todas maneras, los analistas anticipan que el mercado para el normal desarrollo de estas empresas está garantizado por varias décadas más.
Invertir en la fábrica de doble sentido, además de ser fácil y dinámico, es altamente rentable; el capital utilizado, además de no correr riesgo, produce los beneficios de entender que, o por un lado, o por el otro, siempre tendrá razón a la hora de justificar su elección.
No lo dude más, no solo nosotros necesitamos de su interés; un amplio abanico de posibilidades se extenderá ante sus ojos. Le invitamos a que, a modo de ejercicio práctico para que evalúe por usted mismo, diga lo que piensa, o diga lo que siente. Nosotros nos encargaremos del resto…








Ruedas hexagonales






Que suave que transcurre la vida cuando avanza lentamente, brindando logros e inconvenientes en impares fáciles de clasificar como anécdotas. Qué complicado cuando las ruedas son hexagonales, y los sobresaltos hacen temblar las convicciones que hasta ayer parecían sustentables. Los pozos y baches, las piedras y obstáculos; todo lo que el camino alberga y ya estaba predestinado, parecen meros caprichos del destino que afrontamos con nuestro avance.
¿Es el camino y su contenido, nuestras ruedas y sus formas, o la mezcla de ambos? En la fábrica de ruedas redondas, donde podemos adquirir las necesarias, solo nos dan las características y propiedades. Por desgracia, no venden mapas. Pero lo positivo son los consejos y utilidades por si sufrimos un pinchazo; aunque el límite de la garantía llega hasta los reventones por un manejo inapropiado, aseguran que se puede llegar a meta con lo que quede de la maltrecha rueda.
Curioso el caso de quienes utilizan las ruedas hexagonales. Avanzan, intercalando el ceño fruncido con sonrisas esporádicas de sus emociones alterables, maldiciendo y dando gracias, mirando el paisaje y reiterando con el cuerpo los movimientos cuando en ocasiones detienen su andar.
Harto de contemplar y prejuzgar, alguna que otra vez pregunté el por qué del uso de aquellas ruedas. Y las respuestas, lejos de aclararme, me dejaron más ignorante que antes de preguntar. Porque había sido una herencia, porque si al fin y al cabo lo que cuenta es avanzar, ¿Qué más da si son hexagonales u ovaladas, octogonales o perfectamente redondas? Porque es más divertido, más entretenido, evitando la monotonía de un camino sin sobresaltos, donde la confianza y la costumbre hacen que uno omita detalles bonitos, como una flor al costado del camino. También varios hicieron mención de la diferencia de precio existente entre una rueda hexagonal y una redonda. Lo que quedó claro es que todos usaban las ruedas que mejor se acomodaban a sus expectativas, aunque varios apelaban al puedo y desestimaban el quiero.
Es más, unos cuantos tuvieron la gentileza de invitarme a probar las sensaciones al utilizar esas ruedas. Y como había quedado un poco ignorante, supe que no era peor ni mejor, era diferente. Tal vez radique en la costumbre, en la idea de amoldar las aspiraciones a un mecanismo, modo o manera. Porque siempre está la posibilidad de descartar las ruedas, cualquiera sea su forma, y continuar a pie. Solo que ante la certeza de no saber precisamente cuando se dejará de estar, el temor a perder detalles trascendentales hace que, hexagonales, cuadradas o redondas, intentemos avanzar lo máximo antes que la meta nos sorprenda sin saber si merecemos un podio.



 La Cultura






La cultura no es almacenamiento de información. No son sabidurías ajenas aprendidas, catalogadas, archivadas y rememoradas cuando la ocasión lo supone. La cultura es una interacción con el medio que rodea al individuo, en un claro desespero por saber que la vida no alcanza para todo lo que hay por compartir, y busca de forma altruista y desinteresada el crecimiento propio y ajeno en el intercambio de información. No soy lo que leo, ni lo que como, ni lo que digo. En ocasiones considero que, si por llamar cuarenta a equis, imagino que me quedan ciertos peldaños por ascender, estoy cayendo dos. Me parecen curiosas las bibliotecas carnales, aquellos que resuelven caos sumidos en los mismos que radican en el centro de su ombligo, mientras el mundo estalla, se reconstruye, vuelve a estallar, y parece volver a germinar. Que gracia no ser nadie, y hacer mención como si parte del universo haya sido creado por un pariente lejano. La locura de los héroes del ayer deja sin argumentos a los ávidos de sapiencia de hoy, que felicitan las ocurrencias, magnifican las palabras y el sentido que quiso haber pero no estamos muy seguros de que fuera, y se aferran a lo irrefutable de los senderos por elegir.
Así como una canción hace mención a que “Demasiado amor te matará”, no me cabe duda que el ensañamiento por las letritas hace un daño, no irreparable, sino teórico. Porque la práctica, aquello que a veces está tan ligada con la teoría como alejada abismalmente, me recuerda que alimentar el intelecto más que el cuerpo que lo contiene, alberga miserias muy sencillas y paradójicamente difíciles de suplir. Lo increíble, lo impensado, lo irónico, lo tramposamente majestuoso, es fabricar miserias que se consuman vorazmente. Pero, si es lo que quieren, desean, les hace ilusión y no les molesta ¿Qué más da?
La traición al destino de uno mismo no se manifestará hasta no alcanzar la conciencia de que algo ya lo hemos hecho antes, y reconozcamos los pasos a seguir.
¡Salud al pasado y al futuro de cada uno! Que del presente, es lo que hay…






La sabiduría aleja







La sabiduría aleja, separa, se muestra inversamente proporcional al afecto social por su condición única. Quien almacena los conocimientos que ayudan a su evolución se desprende poco a poco de sus pares. En el camino del crecimiento personal cualquier avance puede ser compartido y valorado, pero sigue siendo personal y apenas compartible.
Un gran maestro y un discípulo. Juntos en un diálogo o en un emprendimiento, separados por lo sabido y por lo aprender.  El maestro necesita del alumno tanto como el alumno de su maestro. Y esto se muestra así, porque el alumno está ávido de inquietudes y deseos de crecer; mientras que el maestro, que ya recorrió ese camino, que sabe que aún le queda por recorrer, desea de todo corazón compartir, pues si se guarda para sí todo lo que sabe, este conocimiento se transforma en una espada que día a día va castigando el intelecto del sabio.
Dicen que el maestro llega cuando el alumno realmente está preparado. Tal vez no evalúen que es la inquietud del alumno y el deseo del maestro los que realmente obran para que ese encuentro se produzca. Los caminos, que al principio pueden ser dos, luego se transforman en tres; al escoger uno se ramifican en cuatro, y así es la progresión de quien va tras la verdad. Cada elección que hace, seguro de haber elegido los caminos convenientes, se presenta posteriormente con nuevas y difíciles opciones. Y existe la suficiente capacidad de retractarse, de entender un paso en falso, y buscar remediarlo. Corregir la elección de un camino es disculparse a sí mismo y andar por otro que se crea más adecuado. El problema es aquel camino que quedó atrás hace mucho tiempo, del cual provienen varias de las decisiones y actitudes tomadas en consecuencia. Se puede volver, pero los años continúan haciendo su trabajo.
Son los ancianos que conservan su lucidez los que aprecian el entramado, y en sus anécdotas y comentarios, aunque hablen de sí mismos y de otras personas, están refrescando sus elecciones sin la sensata convicción de saber qué tanto han recorrido, aunque jamás se hayan movido de su sitio y aunque los mares los hayan visto pasar más de una vez. Oír las palabras de las viejas carnes y jóvenes espíritus es iluminar el camino elegido con una luz cálida, o una sombra extraña. Solo tienen la utilidad necesaria para tener que seguir eligiendo. El modelo no existe, la parte o la idea de que somos únicos no termina de germinar en los corazones contagiados.
Las discusiones absurdas, los debates interminables, el blanco y el negro, el cuadrado y el triángulo, meras distracciones para intentar afilar el intelecto, en el descanso que se vuelve pereza al no seguir avanzando y sumergidos en banalidades. Lo único permanente es el ánimo, variable y domesticable, impulsor o contrapeso, que invita a hacer o detiene. No sufre desgaste, no caen sus hojas como la de los árboles, sino que su savia recorre el cuerpo condenado a la decadencia y lo distrae explicándole que la mente puede obtener más. La sorpresiva muerte se ensaña con el cuerpo; el ánimo suele tener bastante tiempo para perpetuarse en lo que haya convencido al cuerpo y espíritu, de quien ya no está en físico pero deja un legado.
La vida no acaba en un desastre ni se consuela en una maravilla; las búsquedas constantes apuntan a la intensidad, sabiendo que el tiempo es ínfimo en relación con todo lo que hay por descubrir. No es la culminación de una obra anhelada la que da el valor real que tiene, sino la composición de la misma, el amor y la pasión buscando el roce de la perfección puesta en el trabajo.






Machismo, feminismo, igualdad de condiciones






La eterna discusión que jamás parece llegar a acuerdo. La historia misma de la humanidad, que almacena un sinfín de anécdotas poco equitativas entre los sexos. Y pensar que toda polémica acaba cuando se entiende el origen de un hombre o una mujer. Seguramente no se reconocerá el día en el que la mujer esté a la par del hombre; aunque ya lo esté, aunque los argumentos sean válidos, aunque esté perfectamente capacitada y esa situación sea “normal”.
La mujer engendra entre sus entrañas la vida misma; el hombre aporta lo suyo, pero sabe que es un espectador pasivo. Jamás podrá experimentar eso, y la situación cala hondo. Tan hondo, que se convierte en una silenciosa rivalidad. Si la mujer está reconocida a la altura del hombre, y además, como don natural, es capaz de dar vida y continuar con el proceso creativo, el hombre se vería como un títere impulsivo, articulado por movimientos filosóficos que quieren animarle por sí mismo para hacerlo sentir grande.
Todo lo que aporte a mejorar o preservar intenta ser sano en sus principios, aunque las variables que en ocasiones se utilicen difieran considerablemente de esa finalidad. Ni la mujer es igual que el hombre, ni el hombre es más grande que la mujer, dejando de lado, desde mi rebuscada idea, la opción que completaría el cuadro.
La tendencia a habituarse rápidamente a lo bueno y a lo malo, a la pérdida o a la ganancia, hace que dentro de la evolución vertiginosa en la que creemos estar encaminados, no prestemos atención a los detalles que serían de suma importancia para no cometer futuros errores. El hombre que censura y aplaca con violencia física o psíquica la vida de la mujer; la mujer que dice luchar por sus derechos menospreciando con odio y resentimiento las actitudes del hombre, y quienes enarbolan la bandera del equilibrio, lo equitativo y lo justo.
Gracias, en una resumida intención, quiero dar a quienes gestan la vida. Todo lo posterior, masculino, femenino, de utilidad, inútil, para bien o sin intención de mal, riqueza o pobreza, son simples situaciones a veces del azar, a veces de las elecciones. La polémica tiene un principio, un comienzo, y a veces, cuando se llega a ese punto de partida, se entiende realmente el valor y las estúpidas discusiones se acaban.